
Hace unos meses, luego de haberme comido la biblioteca, salí en búsqueda de más libros, así que revise mis cuentas y me lancé a la vida, dándome unas vueltitas por las librerías del Drugstore de Providencia. De esa salida consumista me hice de varios títulos interesantes, por ejemplo andaba tras los pasos de los libros de Guarello y Chomsky, La Historia Secreta del Fútbol 1 y 2, los encontré; también encontré sendos libros de filosofía (mi pega), algunos de Cortázar (de esos difíciles de encontrar) y finalmente en la librería Que Leo, pedí que me recomendaran algo (como para abrir mi circulo de hierro y conocer otros autores). Ahí fue que llego a mis manos, un libro muy interesante.
El dulce olor a Muerte, de Guillermo Arriaga (el mismo de Amores Perros, 21 gramos y Babel) es una obra ambientada en un México campesino, profundo, en un pueblo muy parecido a lo que podríamos encontrar en el norte de chile, entre Vallenar y Copiapó. Pocas calles, pocos habitantes, todos se conocen, ambientes secos, pero no desérticos. La historia comienza cuando un muchacho (uno bien limitado) encuentra el cuerpo desnudo, pero bien muerto, de una linda joven, una muchacha recién llegada al pueblo, no muy conocida. No siempre se encuentran cadáveres en este lugar, y menos de lindas jovencitas, por lo que el pueblo se conmociona y se ve profundamente alterado, siendo el primer afectado el joven que encuentra a la muerta, ya que es confundido como el novio de la muchacha. Desde esta confusión se produce una serie de equívocos que van dando mucho sabor a la lectura (notables los momentos en que todos en el pueblo le dan el pésame al muchacho, estando este completamente confundido, y con actitud de “yo no tengo nada que ver con esto”). Las confusiones van haciendo que las piezas del crimen y de la historia vayan encajando, para terminar con un final digno del mejor espagueti western.
Se nota que el escritor es el padre de grandes películas, pues la manera en que se presenta el desarrollo de la trama es muy de cine, son escenas de una película expuestas en un libro. Con un poco de imaginación, la lectura se hace muy visual, uno pareciera que en vez de leer, lo que hace es ver una película, brotan de la lectura los montes áridos, las casas viejas, el pueblo aislado, la multitud que busca al criminal, los policías ineficientes, etc. Arriaga expone en este libro el mismo estilo que usa en sus películas, por lo que si al lector le gustó, por ejemplo, Babel, créame que va a disfrutar Un dulce olor a Muerte.
Sobre el libro. Este está escrito en un castellano muy amigable, y a pesar de ser una historia que se desarrolla en un México campesino, el autor es consiente con el lector americano y no lo sobrecarga el texto con modismos, así que no es necesario leerlo con el diccionario charro al lado. Una prosa ligera que permite disfrutar la historia, no es un libro simplón, pero tampoco es un texto para eruditos, está perfecto para el lector promedio, el que busca buena literatura.
La única queja que puedo hacerle a Un dulce olor a Muerte, es su extensión; 166 páginas es muy poco para una historia tan buena. Al terminar el libro, uno dice, “que buena historia, que bien escrito, pero, quede corto, quiero más”. Podría ser perfectamente un libro de 300 páginas, manteniendo el estilo y la historia, agregando un poco más de profundidad a personajes, o contar más sobre la vida del pueblo donde se desarrollan los hechos. De todas maneras, es un libro que recomiendo, no es el mejor libro que he leído en el año, pero es un buen libro de entretención, no hay grandes discursos sociales, ni dobles interpretaciones.
Si lo que busca es un libro para pasar un muy buen momento, con Un dulce olor a Muerte no se arrepentirá.
Este libro no lo encuentra donde siempre por lo que aquí lo podría encontrar.
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